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viernes, 4 de enero de 2013

Edificio Consorcio: 20 años de un ícono

 

  • Les pidieron levantar un edificio que permaneciera en el tiempo, y los premios nacionales Enrique Browne y Borja Huidobro idearon uno con forma de barco y con una pared vegetal.
Fuente: La Tercera
La idea de la “doble piel vegetal” que cubre la fachada poniente del edificio, su característica más reconocible, fue la más difícil de defender ante los ejecutivos de Bankers Trust, el banco norteamericano que había comprado la aseguradora en 1986.
La idea de la “doble piel vegetal” que cubre la fachada poniente del edificio, su característica más reconocible, fue la más difícil de defender ante los ejecutivos de Bankers Trust, el banco norteamericano que había comprado la aseguradora en 1986.
Santiago, Chile. 3 enero, 2013. El anteproyecto lo hicieron en sólo tres días. Los invitaron a participar un jueves de enero de 1991 y el lunes siguiente ya tenían el primer bosquejo de lo que sería el edificio corporativo de la empresa de seguros. “Yo venía saliendo de mi antigua oficina de arquitectura y estaba formando una nueva, por lo que tenía que ganar un nombre”, recuerda Enrique Browne, premio nacional de Arquitectura 2010 e ideólogo del edificio que se convertiría en un ícono de Santiago. “La empresa llamó a unas pocas oficinas para que participaran de un concurso, pero al tiempo se fue convirtiendo en una presentación de antecedentes, de currículos, por lo que necesitaba más apoyo. Por eso llamé a Borja Huidobro, quien vivía en París y tenía un nombre bien ganado”, recuerda.
“Al principio, Borja no quería participar. Le resultaba muy complicado venir desde París a trabajar acá. Además, los costos no le calzaban, él cobraba en montos europeos, pero finalmente Enrique lo convenció”, recuerda Ricardo Judson, socio de Browne en su nueva oficina y arquitecto asociado al proyecto. Según él, la torta se repartió en un 55% para el autor del Ministerio de Finanzas parisino y un 45% para su contraparte residente en Chile.
En el primer borrador que presentaron, el edificio estaba dispuesto al revés de donde se encuentra hoy. “Era un edificio completamente recto, con su proa al norte -recuerda Judson-, después se cambió viendo la situación urbana en la que se encuentra”. Para Enrique Browne, la esquina en la que confluyen El Bosque Norte, Sánchez Fontecilla y Callao marca el inicio del barrio de oficinas del sector. “Es su comienzo simbólico. Además, la avenida se llama El Bosque y el edificio tiene una pared verde”.
La idea de la “doble piel vegetal” que cubre la fachada poniente del edificio, su característica más reconocible, fue la más difícil de defender ante los ejecutivos de Bankers Trust, el banco norteamericano que había comprado la aseguradora en 1986.
Rodrigo Iturriaga, quien venía saliendo de la universidad el año 91 y era el arquitecto ayudante del grupo, recuerda que en marzo de ese año Browne y Borja viajaron a Nueva York a convencer a los gerentes del banco sobre el proyecto. “Les fue bien, a mediados de marzo ya estábamos trabajando en los planos definitivos”. Para Iturriaga, trabajar con ambos fue toda una experiencia: “Borja Huidobro debe haber viajado para acá unas 20 veces en total, o si no supervisaba por teléfono. En esa época no había mails y dibujábamos con lápiz. Pero era sorprendente, ideaba unas soluciones atómicamente buenas a problemas que me pasaba días enteros craneando”, señala.
En todo caso, Iturriaga señala que el aporte de ambos era conjunto. “Se suele adjudicar la forma del edificio a Borja y la pared vegetal a Browne, pero ellos siempre decían que trabajaban como en una escalera: uno pensaba en un peldaño, y luego el otro en el siguiente; si faltaba uno, no había escalera”.
“Hay una cosa clara, el verde es mío”, señala Browne, quien venía trabajando la idea de superponer vegetación en sus edificaciones desde que estudiaba arquitectura, en los años 60.
Hay dos jardineros encargados de mantener las plantas que cubren la pared poniente. Trabajan a tiempo completo, de lunes a sábado. Mal que mal, son 2.000 m2 de jardín vertical. Se mueven por la separación de 1,4 metro que hay entre el entramaje verde y los ventanales. Si en invierno la pared tiene colores rojo y naranjo, se debe a que en esa estación florece la ampelopsis; si en primavera hay un juego de lila y azul, es que llegó el tiempo de las bugambilias y el plumbago. Los manchones blancos que se observan en verano se deben a la rosa iceberg.
“Son 600 ejemplares en total y, por ejemplo, podarlos toma dos meses y se hace por fuera del edificio”, señala Angela Zavala, dueña de Paiyeco, la empresa que mantiene el jardín.
“Lo único que nos pidieron fue que el edificio perdurara en el tiempo”, señala Browne. “Para eso propusimos la vegetación; mientras los materiales de construcción decaen, la vegetación va mejorando. Un parque de un año no es nada, son unos arbolitos que no dan sombra, pero un parque de 20 años es una maravilla”. Añade que cuenta con un estudio preliminar que compara el gasto energético del edificio con una decena de otros levantados en la misma época, y demuestra que el de Consorcio es un 35% más eficiente.
Si bien al momento de ser inaugurado el encargado de la compañía dijo que sólo el tiempo diría si fue o no una buena inversión, los halagos no se hicieron esperar: ganó la Décima Bienal de Arquitectura de Chile en 1995, fue finalista de la Primera Bienal Iberoamericana de Arquitectura de Madrid en 1998, y obtuvo el Premio Obra Bicentenario en 2009. “Nunca pensamos hacer un ícono”, señala Browne.
Los arquitectos volverían a trabajar juntos al idear el edificio de los Juzgados del Crimen en Avenida España. Luego pondrían fin a su fructífera cooperación.