- Salieron dañados, inclinados o agrietados del sismo y sus residentes debieron evacuarlos para aguantar meses de reparaciones. Hoy reviven con nuevos vecinos que llegaron atraídos por los precios y antiguos residentes que intentan confiar en la calidad de los arreglos.
Fuente: El Mercurio
Santiago, Chile. 22 febrero, 2013. “Torres del Mar” fue uno de los 12 edificios que el municipio ordenó evacuar en febrero de 2010, por los graves daños que les causó el terremoto. Allí, los propietarios se organizaron para contratar las reparaciones de una gran grieta que había sufrido su estructura. En marzo de 2011, los 98 departamentos estuvieron en condiciones de ser reocupados.Hace un año llegó a vivir allí la ingeniera comercial Paula Rey (28), pese al aspecto que tenía tras el sismo. “Lo había visto ladeado, con una gran grieta. En Viña sabíamos que el edificio estaba ‘terremoteado’. Pero si no se cayó y se arregló, es que pasó algún estudio de factibilidad. Y está cerca de la playa, y a cuatro cuadras de mi ‘pega’”, explica. La situación le permitió negociar el precio. “Son $ 250.000 por un departamento de dos dormitorios. Algunas amigas me preguntan cómo me fui a vivir al edificio ‘terremoteado’, pero ellas pagan $ 210.000 por uno de un solo dormitorio”, agrega.
Silvia Flores (79 años) compró en 2008 el departamento 66 y dejó Santiago para vivir en Viña. Dormía allí la noche del terremoto. Tuvo que huir escaleras abajo “en medio de un ruido espantoso”, mientras su propiedad sufría una grieta por la que se podía ver la calle. Tras la reparación quiso volver a habitarlo, pero sus hijas le rogaron que no lo hiciera y se fuera con ellas. Ahora lo usa solo en verano, y afirma que no tiene miedo ante temblores. “‘El caballero de arriba’ dirá cuándo tengo que partir, si durmiendo en cama, atropellada en la calle o en un terremoto”.
En el mismo edificio, Leib Mirochnick (63) y María Isabel Rojas (64), de Santiago, siguen disfrutando sin temores de su departamento. “Ha habido un par de remezones fuertes y ha resistido bien. Ya me siento segura, y no me mareo como antes”, cuenta ella.
La comunidad de arrendatarios del “Emerald”
La torre A del proyecto “Emerald”, ubicado en Ñuñoa, fue uno de los inmuebles emblemáticos del cataclismo. El movimiento lo hizo inclinarse y tuvo que ser reparado por la inmobiliaria Paz Corp., obligando a los 23 propietarios que ahí vivían a cambiarse de hogar. Fue declarado habitable a fines de 2011, pero actualmente en la torre A “ya no queda nadie de antes del terremoto”, según Katherine Ramírez, una de las residentes que desde el séptimo piso sintió cómo el edificio se ladeaba la noche de ese 27 de febrero.
Hoy la torre A está ocupada por una gran cantidad de arrendatarios. Algunos de ellos firmaron el contrato sin saber la historia del inmueble. Fue el caso de Carla Araya, valdiviana que llegó a Santiago hace casi dos semanas. Hace unos días se enteró de que el edificio sufrió graves daños con el sismo. “Los dueños no me dijeron nada. Cuando supe, ya no había vuelta”, dice. Carlos Pacheco arrendó en el “Emerald” en mayo de 2012, porque le gustaba el sector. Llegó al piso siete y luego se enteró de los daños. “Tuve miedo, pero averigüé sobre las reparaciones y me dieron confianza”, comenta. Según él, los precios del arriendo son más caros de lo que se puede pensar: $ 260.000, sin gastos comunes.
El argentino Mariano Garaffa es otro residente que se enteró recién. Vive en el “Emerald” desde diciembre y supo hace dos semanas del tema. “Me dio un poco de miedo, pero se ve un edificio seguro”, dice. Por otra parte, el español Iker Aurtenetxe sí sabía de los efectos del terremoto en el edificio cuando llegó a arrendar. “Conozco al gerente de la empresa que lo reparó y me dijo que no había problemas”, comenta. Al igual que la mayoría, su motivo para llegar al lugar fue “la excelente ubicación” del inmueble.
Jóvenes habitan edificio vecino a sitio del desplomado “Alto Río”
“Llegué, vi la vista que tenía desde el balcón, con el atardecer y el río, y dije: ‘Aquí me quedo’. Que se haya caído el edificio de al lado ni siquiera me inquietó, porque si este no se desplomó con el terremoto, ya no se cae”, dice Sandra Olate, desde el piso 15 del edificio Civic, ubicado en Prat 747 de Concepción. Esta mole está en el mismo paño del desplomado “Alto Río”, el mismo que se fue al suelo segundos después de iniciado el terremoto de 2010.
Sandra llegó a arrendar en mayo del año pasado. “Podría haberme ido a cualquier otro edificio, porque el arriendo no es más barato por estar al lado del “Alto Río”, pero acá es seguro, cuenta con todos los servicios y la vista es impagable. Además, tras el terremoto no requirió arreglos mayores, por lo que no tengo miedo ante los temblores”, recalca.
Los precios de venta de los departamentos son los de mercado, confirma Evelyn Rueger, ejecutiva de ventas de Inmobiliaria Paz. La ocupación aún es lenta, de menos del 50% (para el 27-F ya tenía algunos moradores), pero con la llegada de marzo se espera repuntar en arriendos y ventas. Esto, pues gran parte de los ocupantes son jóvenes profesionales que trabajan en el centro penquista y estudiantes que asisten a una universidad e institutos cercanos.
Concepción: vecinos de “Plaza Mayor III” contrataron inspector para certificar arreglos
“Con los temblores ni me asusto, porque después de haber pasado el terremoto acá, ¿a qué le voy a temer?”, dice Miriam Farrán, quien recién en abril pasado pudo volver a habitar su departamento del edificio “Plaza Mayor III”, en Concepción.
“Mis cosas quedaron intactas, apenas se me cayeron los libros, pero tuve que abandonar el departamento y arrendar. Si bien reclamé harto, porque por mí me hubiera quedado, ahora estoy contenta, porque los arreglos se hicieron bien”, cuenta.
El inmueble sufrió grietas en los dinteles de las puertas y en los cielos de la mayoría de los pisos, además de roturas de cañerías, como la del gas.
“Estamos tranquilos, porque estructuralmente tenemos la certeza de que el edificio quedó muy bien. Como propietarios, contratamos un inspector técnico que verificó todo”, dice Diego Alarcón, presidente de la comunidad de vecinos. Aún hay litigio con la inmobiliaria, pues tuvieron que gastar $ 17 millones en reparar dos ascensores y la caldera, que se entregaron operativos pero sin mantención adecuada, y fallaron a los pocos días de retornar al edificio.
A este edificio regresó a vivir la mayoría de los propietarios, pero otros optaron por vender o arrendar sus departamentos, aun a menor valor que el mercado. Edgardo Cuevas arrendó en junio pasado, precisamente por su bajo precio. “Por uno de iguales condiciones antes pagaba $ 220.000, y ahora solo $ 180.000″, dice.
En el vecino “Plaza Mayor I”, cuyas reparaciones se licitan hoy por $ 1.000 millones, Víctor Melgarejo, presidente de la comunidad, detalla que compró un departamento en $ 44 millones y hoy lo vende en $ 20 millones.
Andrea Carrasco, corredora de propiedades, explica que departamentos en edificios reparados hoy tienen venta. “Recién pasado el 27-F hubo una sicosis y estaban todos vacíos, pero eso se ha olvidado”, dice. Aun así, edificios como “Amanecer” aún no logran recuperar el 50% de su habitabilidad, tras ser reparados.
Condominio “Sol Oriente”, el fantasma de Macul
Durante el 27-F, los dos edificios del condominio “Sol Oriente” de Macul -de la empresa inmobiliaria Viva- sufrieron graves daños estructurales. La torre A se hundió cinco centímetros, el octavo piso se derrumbó y los muros de ambos inmuebles, prácticamente, colapsaron. Por esta razón, la Dirección de Obras Municipales los decretó inhabitables, y expertos conjeturaban que debían ser demolidos.
Hoy, casi tres años después del terremoto, continúan deshabitados, pero con luz verde para su reparación. El 5 de julio de 2012, un informe del perito y arquitecto Enrique Figueroa Echeverría -designado por el 12º Juzgado Civil de Santiago- decretó que ambas edificaciones eran reparables. Se estima que las obras comenzarían a ejecutarse a comienzos de marzo. Una vez concluidas, el municipio deberá volver a estudiar su habitabilidad.
De esta manera, los más de 50 compradores que aprovecharon la oferta de remate que impulsó Viva el año pasado -el precio de venta fluctuó entre uno y seis millones de pesos- podrán disfrutar de sus nuevas viviendas.
En cuando a los ex propietarios del edificio, después de un largo período de negociación, finalmente fueron compensados. Según el abogado Hipólito Palavicino, quien representó a casi 60 familias, el 90% de sus clientes ya fue indemnizado. Además, a cada uno se le reembolsó el capital que invirtieron. “Afortunadamente, todo está solucionado. A pesar de lo que pasamos, los vecinos estamos conformes”, afirma Mirtha Peña, quien dirigió el comité del edificio durante las negociaciones.
Se cambió de uno que fue demolido a uno reparado
Cuatro de las torres que resultaron con daños en Viña del Mar no se pudieron recuperar. Ya fueron demolidos los edificios “Toledo”, “Bahía” y “Tenerife”. El “Festival” sigue desocupado, y ante el desacuerdo de sus propietarios para demolerlo, la Dirección de Obras Municipales resolvió ordenar su apuntalamiento.
Hoy los edificios “Antígona” y “Las Achiras” siguen en labores de restauración, y sus moradores aún no pueden volver a ellos. “Espero estar a fin de mes en mi departamento”, dice Sara Orellana, una de las propietarias.
El estudiante de Ingeniería en Construcción Wessley Beecher tuvo que abandonar el edificio “Toledo”, y junto a su hermano y su madre se cambiaron al “Tricahue”, que tras ser desalojado fue el primero en ser restaurado.
“Hemos pasado varios temblores acá y el edificio ha respondido bien”, dice. Agrega que tras el terremoto, muchos de sus ex vecinos dejaron de vivir en departamentos. Pero ellos, pese al trauma, han ido perdiendo el miedo. “Hasta mi mamá, que quedó atrapada en el otro departamento, se acostumbró”, dice Beecher.
Mundos opuestos: el contraste entre San Miguel y Conchalí
A pesar del tiempo que ha pasado y al hecho de que en Santiago el terremoto se sintió con menor intensidad que en las regiones del Maule y del Biobío, aún existen edificios donde se viven las réplicas.
La torre C del edificio El Parque, ubicado en San Miguel, se inclinó tres milímetros después del terremoto, situación que en su momento desató una fuerte polémica entre los residentes y la inmobiliaria Socovesa. Sin embargo, según cuentan ahora los vecinos, la empresa reaccionó rápidamente. “Nos indemnizaron a todos y se portaron un siete, así que súper bien. Además, se nota que quedó reparado, porque no hemos tenido ningún problema”, asegura Claudia Catalán.
“Mucha gente se fue por el miedo, pero la mayoría nos quedamos (…) muchos ya estamos más tranquilos”, cuenta Eric Riquelme, vecino de la torre B. Según el conserje del condominio, fueron alrededor de 50 las familias que decidieron marcharse del lugar.
La satisfacción y tranquilidad de estos vecinos contrasta con la situación de algunos habitantes del condominio Parque Dorsal, de Conchalí. En ese lugar, la madrugada del 27-F las paredes del tercer piso se abrieron. Paola Rojas vivía en esa planta desde antes del terremoto. “Solamente vengo a dormir; no vivo en el día acá, porque no volvió a ser lo mismo. Si tengo un día libre, salgo. El departamento lo ocupo de hotel”, dice.
En el Parque Dorsal, las torres 1 y 2 fueron las más afectadas. Paola Rojas se fue a vivir con sus padres y volvió en marzo de 2011, cuando la constructora reparó el tercer piso y este fue habitable otra vez. El terremoto también le cambió sus hábitos: no duerme con las puertas interiores con llave y siempre tiene un bolso con ropa a mano.
Una residente nueva del edificio es María Elena Cortés. Llegó al cuarto piso de la torre 1 en diciembre, en calidad de arrendataria y, al igual como lo que ocurre en otros edificios, tampoco le informaron de los daños que tuvo su torre. Dice que firmó el contrato porque le pareció que el departamento estaba en buen estado. Pero pronto se dio cuenta de que aún había huellas del terremoto, porque en su baño “se filtra el agua del piso de arriba. Hay un tubo que está roto”.